viernes, 19 de junio de 2009

¿Y esto?

Cuando aún están frescas las noticias (las pocas que se filtran) sobre la revuelta popular en Irán a causa de los sospechosos resultados de los últimos comicios presidenciales, el clima electoral en Argentina empieza a ponerse un poco espeso. Siempre habrá dudas, sobre todo cuando el gobierno plantea esto como “la madre de todas las batallas” contra un enemigo que parece ser su propio pueblo. Pues bien, ahora nos enteramos que el recuento de votos se trasladará desde el tradicional Palacio de Correos hacia un viejo y precario edificio situado en el barrio de Barracas, cuyas instalaciones distan de ser las ideales para llevar a cabo semejante tarea. De hecho, los fiscales de los partidos políticos no contarán con acceso a Internet, no tendrán tampoco impresoras donde registrar datos que les resulten llamativos, y habrá muy pocas computadoras a su disposición para efectuar el seguimiento del conteo.
Parece mentira que en la época del voto electrónico y de los sistemas más avanzados para evitar aglomeraciones y dificultades en la emisión del voto, se recurra a esta regresión.
La entrada de los votos al sistema no estará a la vista de los fiscales. Al menos a la vista directa, porque la Dirección Nacional Electoral prometió instalar cámaras web para registrar en tiempo real lo que allí suceda. Aunque se logre este objetivo, se sabe que una de estas cámaras no tiene la capacidad suficiente para mostrar todo lo que debería, teniendo en cuenta la amplitud del salón donde esta tarea será llevada a cabo.
Teniendo en cuenta que en este lugar serán computados los votos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, donde juntos suman casi la cuarta parte del electorado nacional, el tema adquiere especial importancia. Sobre todo si consideramos que serán agregadas 3.600 nuevas mesas a causa de la reducción del máximo de electores por cada una.
¿Alcanzarán los voluntarios para fiscalizar todo esto? Me permito ponerlo en duda. Y ni siquiera me atrevo a asegurar que alcancen los establecimientos destinados al acto electoral. Pero lo peor que se puede hacer es considerar que habrá fraude y por consiguiente votar en blanco o anular el voto, o no concurrir. Es la peor solución posible.
Solamente cumpliendo con el deber civico de ir a votar y controlando de cerca cualquier posible desvío será como vamos a crecer democráticamente.

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